El divorcio intelectual entre Sigmund Freud y Carl Gustav Jung
ha sido tan marcado en lo personal que, incluso con la distancia del
tiempo, se ha tendido a resaltar más el aspecto íntimo que el teórico
entre ambos. Incluso la película de inefable título, ‘Un método peligroso’ (David Cronemberg,
2011), busca más las relaciones entre ellos, el combate sentimental
pretendidamente exagerado e histriónico, que la profunda línea divisoria
que distanciaba las ideas y el enfoque de los dos hombres: lo
individual y lo colectivo.
Freud fundamentaba su propuesta del inconsciente en la pulsión y el
deseo, en el impulso vital del ser humano por dominar y transformar la
realidad que lo rodea. Un deseo reprimido por los demás en su relación
mutua, creando con ello frustración y alienación, generando violencia y
dolor. Su propuesta de interpretación de los sueños intenta analizar, a
través del simbolismo y los significados travestidos en imágenes o
figuras, las fuentes de esa represión para, una vez sacadas a la luz,
desenmascararlas y transformar su represión en un camino consciente de
autocontrol y equilibrio personal. La terapia freudiana persigue las
fuentes del yo individual, del ego frustrado y frustrante.
Jung observa el inconsciente también como una expresión del estado
psicológico del individuo pero, lejos de alienarlo de todo lo que lo
rodea, viendo en la realidad y la convivencia con los demás las fuentes
de una pulsión atomizada e involuntariamente reprimida, sí identifica en
la psique de las personas códigos de significado idénticos entre sí,
constantes a lo largo del tiempo. Para Jung la psicología del ser humano
posee elementos colectivos históricos, innatos y transculturales que,
traspasando realidades particulares o perspectivas personales, alcanza a
explicar algunas de las estructuras del pensamiento humano en su
conjunto.
Jung
hace un repaso exhaustivo de las imágenes en fenómenos tan
aparentemente diferentes como la alquimia, la religión y la filosofía
para demostrarnos que tras nuestro pensamiento inconsciente hay formas
universales e intemporales.
El concepto junguiano de “arquetipo” es la base de su teoría. Quizás uno de los libros que para cualquier lector de Fantasymundo mejor ejemplifica este concepto es el de ‘Psicoanálisis de los cuentos de hadas’ de Bruno Bettelheim
(Crítica, 2009). Allí Bettelheim analizó los cuentos de hadas de
distintos tipos, épocas y lugares para intentar observar simbolismos y
continuidades en el retrato de los distintos personajes protagonistas.
Lo que encontró se corresponde con los arquetipos universales de Jung:
el tirano, el héroe, el enamorado… los roles sociales de los cuentos de
hadas no sólo correspondían a su estilo ficcional, sino que además
observó cómo los cambios en el estilo a lo largo del tiempo no afectaban
a la forma de representar a los personajes, quiénes apenas habían
sufrido pequeñas transformaciones en siglos.
Para Jung, de hecho, los arquetipos son continuidades simbólicas
surgidas del inconsciente, cuya época transformaba en su iconología,
pero no en sus significados y contenidos, que debían permanecer
presuntamente invariables. Bettelheim confirmó plenamente las hipótesis
de Jung en cuanto a las representaciones plasmadas en cuentos de hadas
se refiere. Incluso, realizó un trabajo similar al que Jung esperaba
tuviesen los psicólogos a partir de entonces: identificando los cambios
que cada tiempo y cada sociedad implementaban en estos arquetipos del
pensamiento colectivo universal. Este sería el primer paso para
identificar las causas y problemas que aquejarían a la psique colectiva e
individual de cada momento.
Freud y Jung enfrentaban sus perspectivas de una forma radical. Para
Freud el entorno y la realidad inmediata reprimían una pulsión feroz
que, desbocada, resultaría voraz y destructiva, por lo que el
psicoanálisis perseguiría su gestión equilibradora y estabilizadora.
Para Jung el lado oscuro del ser humano tiene que ver con su capacidad
para diseñar su propia autonomía, en la transformación particular de
unas formas de pensamiento que son universales e intemporales.
‘Psicología y simbólica del arquetipo’ (Paidós, 2011, disponible en FantasyTienda)
resulta un libro esencial y central en el desarrollo de la teoría
psicológica junguiana. A partir de fenómenos como las visiones del
alquimista griego del s. III y IV Zósimo de Panópolis, el simbolismo (esencialmente medieval) de la Misa,
y la construcción simbólica del árbol filosófico, recorre más de un
milenio de visiones místicas o tradiciones religiosas derivadas de la
mística, para mostrarnos la vitalidad de arquetipos que relacionan –a
través de tradiciones culturales e iconologías diferentes- el carácter
purificador del agua y el fuego, la relevación de la luz y la fuerza de
la energía, la imagen de la totalidad en la alquimia, la sangre y la
rosa…
Paralelismos analizados desde un punto de vista caleidoscópico en el que
confluyen la psicología con la historia, los enfoques cognitivos con
los discusivos, el conocimiento del ser humano a través de las imágenes y
las palabras con las que representa la realidad. Jung hace un repaso
exhaustivo de las imágenes en fenómenos tan aparentemente diferentes
como la alquimia, la religión y la filosofía para demostrarnos que tras
nuestro pensamiento inconsciente hay formas universales e intemporales.
El ser humano expuesto a la luz de la pluma imprescindible de la
psicología del s. XX. Por muchos motivos, ‘Psicología y simbólica del arquetipo’ (Paidós, 2011) es un libro fundamental en el pensamiento del siglo pasado y actual que hay que tener y leer.
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