miércoles, 25 de mayo de 2016

DESDE LO PROFUNDO DEL ALMA.



El alma es lo vivo en el hombre, lo vivo y causante de vida por sí mismo. El alma, con astucia y juego engañosos, arrastra a la vida la inercia de la materia que no quiere vivir. Convence de cosas increíbles para que la vida sea vivida. Está llena de trampas para que el hombre caiga, toque la tierra y allí se enrede y se quede, y de ese modo la vida sea vivida; tal como Eva en el paraíso no puede dejar de convencer a Adán de la bondad de la manzana prohibida. Si no fuera por la vivacidad y la irisación del alma, el hombre se hubiera detenido dominado por su mayor pasión, la inercia. Un cierto tipo de racionalidad es su abogado, y un cierto tipo de moralidad le da su bendición. Pero el tener alma es el atrevimiento de la vida, porque el alma es un demonio dispensador de vida, que juega su juego élfico por debajo y por arriba de la existencia humana. (...) Es verdad que el alma es impulso vital, pero además tiene algo extrañamente significativo, algo así como un sabersecreto o sabiduría oculta, en notable oposición con su naturaleza élfica irracional... Este aspecto de sabiduría sólo se manifiesta a quien dialoga con el alma. Sólo ese pesado trabajo deja ver en medida creciente que por detrás del juego cruel con el destino humano hay algo así como una secreta intención que parece corresponder a un conocimiento superior de las leyes de la vida.”

martes, 24 de mayo de 2016

C. G. Jung, La práctica de la psicoterapia, OC vol. 16)




 (Enrique Galán Santamaría, Introducción a la edición española; en: C. G. Jung, La práctica de la psicoterapia, OC vol. 16)


“Carl Gustav Jung (1875-1961) publica en 1902 su primer libro. Desde entonces y hasta su muerte son pocos los años en los que no se edita alguno de sus escritos. La obra levantada durante este periodo de creación ininterrumpida está recogida en esta Obra completa que ahora presentamos en nuestro idioma. (…)

Esperamos que la publicación de esta Obra completa hará posible la creación de una psicología analítica en nuestro idioma y facilitará la investigación antropológica, desde categorías junguianas, de las comunidades históricas que lo hablan. Categorías elaboradas para captar el despliegue de la intrahistoria colectiva, en su diversidad cultural y su unidad de especie, como fundamento de la psique individual.”

(Enrique Galán Santamaría, Presentación de la edición española; en: C. G. Jung, Estudios psiquiátricos, OC vol. I)

“Jung nunca se consideró un adversario de Freud, sino un continuador de su obra. (…)

`Nunca me propuse criticar a Freud, a quien tanto debo. Me ha interesado mucho más continuar por la vía que abrió, promover la investigación de lo inconsciente, tan tristemente desdeñada por su propia escuela’. [C. G. Jung]

(Enrique Galán Santamaría, Introducción a la edición española; en: C. G. Jung, Freud y el psicoanálisis, OC vol. 4)

“Jung se presenta continuamente como un empírico. Y siempre fue esa su respuesta a quienes le tenían por místico, cuando no visionario. (…)

Las específicas necesidades conceptuales de la psicología analítica, obliga a que los objetos de investigación pertenezcan a las llamadas ciencias del espíritu. En cuanto al lector, esta circunstancia puede crear confusión en mentes no informadas, dando lugar tanto a malentendidos como a usos de la obra de Jung muy alejados del propósito de su autor. (…)

Jung intenta probar la objetividad de la psique, la realidad del alma, mediante la observación de los fenómenos psicológicos definidos según las hipótesis y categorías conceptuales de la psicología analítica, atendiendo al orden general que puede expresarse en leyes. Elabora para ello su hipótesis central de un inconsciente colectivo –psique de la especie en cada individuo-, atemporal, aespacial y fuente del sentido objetivo. (…)

Como empírico, Jung intenta ceñirse a los fenómenos y tener muy presentes los presupuestos que determinan a priori nuestra captación del fenómeno. (…)

Octubre de 1953 (…) [escribe Jung a Pauli:] `Para mí significa mucho ver como nuestros puntos de vista se aproximan entre sí (…) No es ningún placer tener que pasar siempre por esotérico’. (…)

[Carta a Abrams -discípulo y colega de Rhine-, 1957] Al inicio de esta carta puede leerse la declaración de principio que siempre iluminó a Jung: `Como científico me guardo de especulaciones filosóficas y ante todo de conclusiones que sobrepasen las fronteras de la experiencia’.”

(Enrique Galán Santamaría, Introducción a la edición española; en: C. G. Jung, La dinámica de lo inconsciente, OC vol. 8)

“[La] contextualización histórica es muy necesaria, pues permite asistir al despliegue del rumor –originado en un comentario lanzado por Freud en su Historia del movimiento psicoanalítico- que presenta a Jung como un compañero de viaje de los nazis debido al pretendido antijudaísmo que le llevó a `traicionar’ a Freud. Todo rumor, como ya señaló el mismo Jung en 1910, es un cumplimiento alucinatorio de deseos de carácter grupal que debe ser respondido desde la comprensión de su mensaje inconsciente y no desde la reificación del mensaje consciente y el antagonismo verbal.”

(Enrique Galán Santamaría, Introducción a la edición española; en: C. G. Jung, Civilización en transición, OC vol. 10)

“Que Jung encuentre en la alquimia el contexto de su propia contribución científica no ha sido bien comprendido en la historia de la psiquiatría, que sólo difícilmente ha aceptado el psicoanálisis clásico como parte de su bagaje. (…)

Puede verse entonces la articulación entre consciencia e inconsciente a lo largo de tres pasos en los que el yo se hace con su sombra, su contraparte sexual y su sí-mismo, que vive inmerso en el unus mundus.

Con la reflexión epistemológica que cierra este libro Carl Gustav Jung abre vías de investigación que orillan toda visión reduccionista de la psique. (…)

En la última edición de las Gesammelte Werke el volumen 14 no consta de dos sino de tres tomos, pues se integra Aurora consurgens, de M.-L. von Franz, del que Mysterium coniunctionis es la introducción. En la edición española no está incluido este libro por razones editoriales.”

(Enrique Galán Santamaría, Introducción a la edición española y Nota editorial; en: C. G. Jung, Mysterium coniunctionis, OC vol. 14)

“1933 Fue también para Jung el inicio de un calvario, al hacerse cargo, como vicepresidente honorario que era, de la presidencia de la alemana Sociedad Médica General de Psicoterapia tras la dimisión de Ernst Kretschmer. La transformación de la Sociedad en una asociación internacional, dado que Jung vivía en Suiza, permitió ofrecer un soporte a quienes, residentes en Alemania, eran perseguidos por las autoridades, generalmente, pero no sólo, por ser judíos.

Las delicadas negociaciones en esta difícil situación política dieron lugar a todo tipo de malentendidos, distorsionando gravemente la imagen de Jung, que será tachado de antisemita desde aquellas fechas. Sin embargo, basta recordar que en 1936 Jung publica `Wotan’, su análisis del fenómeno alemán, e incluso se da el caso del rechazo de Freud en 1938 a una ayuda para salir de Viena que, indirectamente y sin muchas esperanzas, promocionó Jung.

Freud no quería sentirse deudor de sus enemigos, comentó, aunque su casa en Londres la consiguiera gracias a las gestiones del analista junguiano E. A. Bennet.”

(Enrique Galán Santamaría, Introducción a la edición española; en: C. G. Jung, Sobre el fenómeno del espíritu en el arte y en la ciencia, OC vol. 15)

“Las notas principales de la psicoterapia junguiana: El conflicto es fundamentalmente moral y no una enfermedad en sentido estricto, la relación terapéutica debe ser lo más simétrica posible y dirigida al acrecentamiento de la libertad y autonomía moral del paciente, considerando la transferencia según el modelo de la relación infantil, `inmediatez humana más allá de los meros valores sexuales’.

Frente a cualquier idea de superioridad por parte del analista, Jung señala, como volverá a hacerlo innumerables veces, que `el analista llega siempre con su tratamiento justo hasta donde ha llegado su propio desarrollo moral’. (…)

Jung es muy explícito en la justificación y aceptación de los diversos medios de ejercer psicoterapia y no deja de aplaudir tal diversidad. (…)

Las investigaciones con LSD han verificado la hipótesis de lo inconsciente colectivo y la nueva neurología ha localizado la fisiología del complejo. (…)

`La transferencia es el alfa y omega del psicoanálisis’. Este leitmotiv aparece varias veces en los textos de Jung. La cita que da título a este epígrafe está tomada de `El valor terapéutico de la abreacción’, el escrito más temprano de esta selección, pero también puede leerse en su libro póstumo editado por A. Jaffé, Recuerdos, sueños, pensamientos, y en La psicología de la transferencia. (…)

`La transferencia es el intento del paciente de establecer un rapport psíquico con el médico. El paciente necesita esta relación para superar la disociación’ [C. G. Jung]. Una `relación de confianza de la que depende en última instancia el éxito de la terapia. El paciente puede llegar a conquistar su propia seguridad interior sólo a partir de la seguridad en su relación con la persona del médico’ [C. G. Jung]. (…)

Jung presenta la transferencia fundamentada en el arquetipo de la coniunctio. (…) Jung añade a la concepción freudiana de la transferencia su contenido arquetípico. (…)

`Mi única regla del oficio es considerar el psicoanálisis como una conversación completamente normal y razonable, evitando asimismo cualquier apariencia de conjuro médico’, pues `el objetivo es educar al paciente de tal modo que cure por sí mismo y por su propia determinación, [según] los principios del tratamiento analítico, que quiere evitar cualquier violencia y dejar que todo salga del propio paciente’, en `el camino hacia la libertad que el médico debiera indicar a su enfermo’ [C. G. Jung]. (…)

`El médico cura, nolens volens, mediante su personalidad, esto es, sugestivamente’. En consecuencia, surge la necesidad del `análisis didáctico’, por el cual el médico `se someta primero a un proceso analítico, pues su personalidad es uno de los factores de curación’ [C. G. Jung]. (…)

`Ese fenómeno que representa la crux, o, al menos, the crucial experience de todo análisis más o menos completo, a saber: el problema de la transferencia, del que ya Freud dijo que es central’ [C. G. Jung].”

(Enrique Galán Santamaría, Introducción a la edición española; en: C. G. Jung, La práctica de la psicoterapia, OC vol. 16)

LA NOCIÓN DE INCONSCIENTE EN C. G. JUNG.(Enrique Galán Santamaría)

LA NOCIÓN DE INCONSCIENTE EN C. G. JUNG.

(Enrique Galán Santamaría)

Puede entenderse el conjunto de la obra de Jung, tanto la publicada como la inédita -de una extensión igual, si no mayor, que la Fundación Philemon promete publicar a lo largo de los próximos treinta años-, como una investigación de lo inconsciente. La denominación que eligió para su psicología, psicología analítica, es en sus propias palabras una psicología de lo inconsciente que recubre el ámbito entero de la psicología profunda (4, § 523)1. Una psicología general de la psique objetiva según se manifiesta en la psique subjetiva del individuo, su consciencia, y en el mundo simbólico de la humanidad desde sus oscuros orígenes.
Jung utiliza muy pronto en su obra el término ‘inconsciente’, e incluso concluye su tesis de licenciatura esperando que “mi trabajo contribuirá a abrir a la ciencia una vía para ir aclarando y asimilando progresivamente la todavía muy discutida psicología de lo inconsciente” (1, § 150). Conocedor de los autores franceses –estudió con Janet un semestre- sigue fundamentalmente la acepción de Breuer y Freud, de quien será fanático defensor público durante seis años, y continuador y renovador el resto de su vida, a pesar de su alejamiento. Con Jung, el psicoanálisis temprano, anterior a la Primera Guerra Mundial, no sólo se internacionalizó, sino que las hipótesis junguianas que ampliaban el psicoanálisis se han revelado mucho más efectivas en la teoría de la psique y más liberadoras en el ámbito de la clínica que el catón freudiano que era el psicoanálisis entonces, personalista y familiarista. Tras un siglo de psicología profunda - siglo de la psicología en general-, conocida gracias a una historiografía ya no hagiográfica, resulta evidente que la imagen antropológica actual en Occidente tiene un fundamento psicoanalítico, esto es, da por segura la existencia de una vida psíquica inconsciente.
Textos relevantes
En primer lugar, estableceré una breve lista bibliográfica de aquellos textos de Jung que presentan explícitamente su formulación de lo inconsciente. Hay que tener en cuenta que la obra de Jung se extiende de 1896 a 1961, esto es, cubre sesenta y cinco años de investigación psicológica desde una perspectiva clínica. Para orientarse en este amplio periodo deben diferenciarse varias fases, definidas según predominan en esta investigación unos u otros fenómenos de lo inconsciente.
La época de capacitación psiquiátrica de Jung, durante la primera década del siglo XX, en la clínica Burgöhlzli dirigida por E. Bleuler, está representada por su tesis de licenciatura (1, 1), publicada en 1902, y su tesis doctoral (2, 5), publicada en 1906, que alumbra la noción psicoanalítica de complejo, argumentada a partir de la psiquiatría experimental. Ya en contacto directo con Freud, en 1907 sale a la luz su ensayo sobre la demencia precoz (3, 1) y al año siguiente su pequeño texto sobre la psicosis en general (3, 2), que constituyen la primera aplicación del psicoanálisis, pensado para tratar las neurosis, a las psicosis. Esta época freudiana de Jung se extiende hasta 1913.
La modificación necesaria que experimenta la teoría psicoanalítica en su adecuación a la psicosis conduce a Jung a proponer en su Transformaciones y símbolos de la libido (5), publicada entre 1911 y 1912, sus dos hipótesis mayores: (a) la libido no es una energía exclusivamente sexual, sino psíquica en general; (b) hay contenidos psíquicos inconscientes en el individuo que no pueden remitirse a sus experiencias biográficas, ni la infancia es la edad determinante. Allí habla por primera vez de un inconsciente suprapersonal o impersonal, colectivo. El resultado de esa propuesta es su expulsión del psicoanálisis.
En la constitución de su ‘psicología analítica’, Jung empieza con un esbozo de topografía psíquica, “La estructura de lo inconsciente” (7, 4), que vio la luz en 1916 y que sería ampliado una década después con el título Las relaciones entre el yo y lo inconsciente (7, 2), y un texto más elaborado, “Sobre lo inconsciente” (10, 1), publicado en 1918, al que sigue un año después “Instinto e inconsciente” (8, 6), donde aparece por primera vez el término ‘arquetipo’. En 1926, cinco años después de Tipos psicológicos (6, 1), que marca un hito en su carrera, publica Lo inconsciente en la vida normal y patológica (7,1), reelaboración de un escrito de 1912 (7, 3), que se centra en los aspectos históricos y conceptuales del concepto clave de la psicología profunda. También de los años veinte proviene “La estructura del alma” (8, 7). Cierra este ciclo “El concepto de inconsciente colectivo”, de 1936 (9/1, 2). Pero será en su contribución a los Encuentros Eranos de 1946 donde ofrezca la más acabada presentación de lo inconsciente, con el título “El espíritu de la psicología”, ampliado en 1954 como Consideraciones teóricas acerca de la esencia de lo psíquico (8, 8). Este mismo año revisa Tipos psicológicos, su tratado de psicología.
Conviene recordar que a partir de los años treinta Jung se apoya en la alquimia para orientar sus estudios y argumentar sus hipótesis, dotando de contexto histórico su propia investigación. Sus anteriores planteamientos van ganando en profundidad y extensión, mostrando las oportunidades que presenta su modelo para la delimitación de la psique. A sus monografías sobre arquetipos básicos (madre, niño, niña, pícaro, sacrificio, desarrollo, cuaternidad…) se le suman los grandes tratados sobre el sí-mismo (Aion en 1951 [9/2]) y el proceso de individuación (Mysterium coniunctionis en 1955-56 [14]), además de su descripción de Un mito moderno (1958 [10, 15]), propio de nuestra era tecnológica.
Teoría de lo inconsciente
La noción de inconsciente surge como respuesta a los planteamientos cartesiano y kantiano relativos a la razón, fundamentándose en el estudio del sueño y la locura, esto es, la imaginación y la pasión. Filósofos y médicos en Inglaterra, Alemania, Francia, entre ellos los padres de la psiquiatría y de la psicoterapia, crearán esa tradición en la que Freud constituye un punto de inflexión. Jung se referirá en distintas ocasiones a cómo la primera noticia de una psique inconsciente, en Leibniz y Kant, dará lugar a un amplio desarrollo en Schelling, Carus o von Hartmann de una filosofía de lo inconsciente, cuya influencia es evidente en la psicología de lo inconsciente de Jung.
Jung sigue la vía abierta por Freud al rechazar la hipnosis, que desde Mesmer a Bernheim había sido la vía de contacto con lo inconsciente en la psicoterapia, y en su concepción de un inconsciente dinámico pulsional. La psicosis revela la existencia de un inconsciente que no es freudiano y adleriano, que no está sujeto a represión ni es mera ficción defensiva. Un inconsciente transpersonal que revela la existencia de una psique objetiva expresada mediante fantasías mitológicas que funcionan como categorías kantianas (10, §13).
Lo inconsciente es una hipótesis psicológica y se trata de un concepto límite (6, 1, “definiciones”) que viene determinado por los límites de la consciencia y su unilateralidad temporal obligada. Por eso “resulta del todo imposible indicar cuál es la extensión de lo inconsciente ni el estado de los contenidos psíquicos inconscientes “ (Íbid.), por lo que “no existe ninguna esperanza de que la validez de cualquier enunciado sobre los estados o procesos inconscientes pueda ser científicamente demostrada” (8, § 417). Sólo podemos captar lo inconsciente por sus indicios en síntomas, sueños o en proyección, en el otro o en el cosmos.
Intentaré presentar la teoría junguiana según los siguientes aspectos: (a) topografía de la psique, (b) estructura del sujeto, (c) dinámica psíquica y (d) formaciones de lo inconsciente
Topografía de la psique
Jung define desde muy pronto “tres capas anímicas”: consciencia, inconsciente personal e inconsciente colectivo (8, § 321). En la consciencia rige el complejo del yo, en lo inconsciente personal, donde se encuentra lo reprimido, lo olvidado y lo subliminal, los complejos, y en lo inconsciente colectivo los arquetipos, con su límite irrepresentable, lo psicoide (8, § 380).
El umbral de la consciencia determina qué es consciente y qué no. Es decir, los contenidos inconscientes sólo se hacen conscientes si tienen una intensidad mayor que la de ese umbral o si se da un descenso de nivel mental. Así pues, la actitud y el estado de la consciencia delimitan qué es inconsciente para un sujeto, teniendo en cuenta que “la frontera entre lo consciente y lo inconsciente lo determina en gran medida nuestra cosmovisión” (10, § 47).
La consciencia es un sistema de orientación que cuenta con cuatro funciones en equilibrio de opuestos: pensar/sentir –racionales, en cuanto creadoras de los juicios de hecho y de valor- y percibir/intuir, que son arracionales y permiten captar lo dado o su tendencia. Junto a las funciones, Jung describe dos actitudes, también polares: introversión y extraversión, según se dirija el interés del sujeto al mundo interior o al exterior. En este esquema hay una actitud y una función dominantes en la consciencia del sujeto, lo que define un tipo psicológico, actuando sus actitud y función opuestas en lo inconsciente.
Las dos funciones restantes funcionan como auxiliares de la principal.
Lo inconsciente mantiene una relación de oposición con la consciencia. Ésta es discontinua y aquél continuo. La consciencia es unilateral, lo inconsciente, total. La consciencia está sujeta al aquí y ahora, lo inconsciente es atemporal y aespacial. La consciencia es actual, lo inconsciente potencial. La consciencia está limitada, lo inconsciente es ilimitado. La consciencia constituye la función de realidad y permite la comunicación, lo inconsciente es pura creatividad y sus contenidos son desconocidos como tales. La consciencia se formula en forma de ideas, lo inconsciente en imágenes simbólicas. En cualquier caso, “no hay ningún contenido de la consciencia que en otro sentido no sea inconsciente” (8, § 385), pues consciencia e inconsciente son simultáneos. Dicha oposición puede manifestarse como conflicto, compensación y complementariedad, según sea la posición consciente del sujeto.
En cuanto a lo inconsciente personal, lugar de lo olvidado, subliminal, suprimido y reprimido, viene definido por contenidos referidos a la experiencia biográfica objetiva transformados por la acción del complejo –amalgama de representaciones y emociones ligados a un objeto externo o interno. La acción del complejo se manifiesta en la orientación que imprime a la libido (interés) y la intensidad emocional expresada en la conducta.
Lo inconsciente colectivo, también denominado impersonal o suprapersonal, es la psique objetiva, psicoide en lo correspondiente a la naturaleza biológica o cósmica, espiritual en lo correspondiente a la naturaleza cultural del hombre. Lo inconsciente colectivo integra tanto al instinto (“forma típica de la acción”) como al arquetipo (“forma típica de la aprehensión”) (8, §§ 273 y 280).
La noción de arquetipo, genuinamente junguiana, recibe varias denominaciones (imago, imagen primigenia, dominante, fantasía mitológica, motivo mitológico o mitologema) a lo largo de su obra. En relación con el instinto, el arquetipo es “autorretrato” (8, § 277), “correlato” (8, § 280), “la forma en que se manifiestan los instintos” (8, § 339), “modelo paradigmático del comportamiento instintivo” (9/1, § 91), el “sentido del instinto” (8, § 398) o “forma típica del comportamiento que al volverse consciente aparece como representación” (8, § 435). En este sentido tiene el mismo carácter automático, forzoso, compulsivo del instinto y sus impulsos (9/1, § 99), es decir, “los arquetipos se comportan como instintos” (8, § 404). En suma, “el arquetipo es naturaleza pura y no falsificada” (8, § 412).
Tanto ‘instinto’ como ‘arquetipo’ son nociones científicas que describen fenómenos acotados por la teoría que los argumenta. El primero es objeto de la biología –etología-, el segundo, de la psicología, entendida como ciencia natural, energetista. La investigación del arquetipo llevará a Jung más allá de la biología a la física, acuñando el término ‘sincronicidad’ para caracterizar esa conexión acausal de los mundos interno y externo (8, 18 y 19). Jung considera que “lo inconsciente colectivo es un alma atemporal y universal (… del que) podemos esperar reacciones ante las condiciones más universales de naturaleza psicológica, fisiológica y física” (8, § 324). Así, tal vez “materia y psique sean dos aspectos diferentes de una misma cosa” (8, § 418). Por lo tanto, la investigación de ese objeto implica al conjunto de las ciencias, humanas y naturales.
Nos encontramos ante un alma universal que sólo captamos por su “influencia organizadora en los contenidos de la consciencia” (8, § 439), que en sí es trascendente a la consciencia, “irrepresentable” (8, § 417). Es decir, sólo podemos “inferir” (8, § 297) los contenidos inconscientes captando el sentido de su aparición en ese momento. Atendiendo a su sentido, lo inconsciente aparece como una “consciencia múltiple” (8, epígrafe F) pues múltiples son los arquetipos, tantos como experiencias típicas humanas (9/1, § 99). Su más clara objetivación se da en la simbología cultural.
Estructura del sujeto
A esta topografía de sistemas psíquicos según la energía de activación, va aparejada una estructura del sujeto. De forma análoga a la segunda tópica freudiana, se encuentra en Jung una personalización de los núcleos de acción psíquica, entendidos en su caso como arquetipos, no como instancias.
Jung define, a partir de una fenomenología basada en figuras oníricas y de la fantasía, los arquetipos psicológicos de la individualidad: persona, yo, sombra, sicigia ánimus/ánima y sí-mismo. Son conceptos que van apareciendo a lo largo de su obra y que encuentran su definición más acabada en los primeros capítulos de Aion. La persona es el arquetipo de lo social, la interfaz entre el sujeto y su medio social, la “máscara” con la que el individuo responde a las expectativas de su medio familiar, profesional, social y político. El término aparece por primera vez en su artículo de 1916 (7, 4) definido como “imago subjetiva”, un “recorte de la psique colectiva”, un “compromiso entre el individuo y la sociedad” (7, § 246). Constituye el aspecto más externo del yo y puede relacionarse con el lado consciente del yo freudiano. La identificación del yo con la persona indica un déficit de individualidad en el sujeto, que en ese caso vive única y exclusivamente de cara al exterior.
El yo, el complejo del yo, denominación que encontramos desde la primera publicación de Jung, constituye el centro del campo de consciencia. Para Jung es consciente todo aquello que está relacionado con el yo. El yo dirige su atención al mundo exterior (extraversión) y al mundo interior (introversión), contando con sus capacidades psíquicas individuales, que surgen en el intercambio de su objetividad psíquica y la consciencia colectiva, para hacerse cargo de la realidad objetiva. Es decir, el yo se encuentra entre la consciencia colectiva y lo inconsciente colectivo(8, § 423). Individualizarse respecto a esos colectivos es labor de toda la vida y constituye el proceso de individuación, como veremos más adelante.
La realidad objetiva (en cuanto autónoma) de la psique se le presenta al yo en forma de sombra, concepto junguiano que integra las nociones freudianas de inconsciente (represión) y preconsciente, que en parte coincide con el subconsciente de Janet (subliminal). Se trata de la esfera donde se mueven a su aire los complejos y origen de toda psicopatología, de las entidades nosológicas a la psicopatología de la vida cotidiana. Esta sombra, fácilmente imaginable, es objeto de creación religiosa y artística y reconocible en la conciencia (moral) personal. Pero en realidad es inconsciente, es decir, aparece como síntoma o en proyección del individuo. En lo que atañe a lo personal y familiar (nivel freudiano) o a lo social (nivel adleriano) la sombra puede hacerse consciente en su confrontación con la persona. La sombra que proviene de lo inconsciente colectivo se expresa socialmente en el horror e internamente en el pavor. Es el mal.
En cualquier caso, para Jung, la sombra no sólo tiene contenidos negativos sino también muy positivos. Entre los últimos, el fundamental es que la realización de la sombra –ser consciente de la sombra personal- permite atisbar la riqueza de la psique objetiva trascendente a la consciencia. La sombra es tanto ese adversario interior –presente tantas veces en los sueños- como el arquetipo más conscienciable por el yo. Y es a través de la sombra, o con un aspecto sombrío, como se presentan los demás arquetipos estructurales en un principio: asustando.
Así ocurre con la sicigia ánimus/ánima, términos tomados del poema ontológico de Lucrecio para denominar al logos paterno y al eros materno (9/2, § 29), que moran en lo inconsciente colectivo de cada individuo. La noción de ánima surge en la obra de Jung asociada a la de persona (7, § 521) en 1916. Para Jung la persona hace de intermediario con el mundo social y el ánima con el mundo interior. Pero eso sólo es válido para el varón. Hasta 1925 no presenta la noción de ánimus (17, § 338), contraparte sexual de la mujer en su inconsciente. En ambos casos, las contrapartes sexuales inconscientes están proyectadas. El varón proyecta su ánima sobre la mujer, a través de sentimientos amorosos u odiosos eróticos, la mujer proyecta su ánimus sobre el hombre, a través de sentimientos amorosos u odiosos espirituales. Resulta interesante que la noción de ánimus la introduzca Jung en un artículo sobre el matrimonio. Pues es precisamente el cuaternio matrimonial el que sirve para entender la estructura del sí-mismo (16, 12): las bodas químicas de la consciencia y lo inconsciente.
El sí-mismo es el núcleo dinámico más interior al sujeto. Jung llega a él gracias a la alquimia taoísta en 1929 (13, § 67) y será la noción que orientará su futura investigación a partir de los años treinta. El sí-mismo es el centro de la psique objetiva del individuo, es decir, del conjunto de consciencia e inconsciente, “expresa la unidad y totalidad de la personalidad global” (6, 1, “definiciones”). Se trata de una unión de opuestos (consciencia/inconsciente, individual/colectivo), que se nos representa en forma de figuras sobrehumanas, animal divino, árbol y estructuras geométricas mandálicas –círculo y cuadrado, a veces en integración. Orienta el proceso de individuación.
El sí-mismo es el arquetipo de la individualidad psicológica. Su aspecto consciente es el yo. Su aspecto inconsciente, trascendente a la consciencia, se infiere de las imágenes espontáneas en la psique que se presentan con numinosidad. El eje sí-mismo/yo es la clave del desarrollo psicológico.
Dinámica psíquica
Jung nos ofrece dos facetas de la dinámica psíquica: (a) energética y (b) biográfica. La primera se refiere a las transformaciones de la libido entendida como una energía hipotética (10, § 7) a la que aplica las leyes de termodinámica. (1928, [8, 1]) La segunda se denomina proceso de individuación (1928 , [7, 2]) al que aplica las fases del proceso alquímico (1956 [14]).
El umbral de consciencia es un concepto energetista (8, § 363) y esta concepción, basada en el juego de opuestos, puede aplicarse a los opuestos psíquicos (consciente/inconsciente, individual/colectivo, introversión/extraversión, ánimus/ánima, instinto/espíritu… en conflicto, compensación, complementariedad), lo que les permite “ser observados desde el punto de vista de las ciencias naturales” (8, § 406). De ese modo, “los procesos psíquicos aparecen como compensaciones energéticas entre el espíritu y el instinto (…) en una escala a lo largo de la cual se desliza la consciencia (8, § 407).
Describe así Jung los movimientos autorreguladores de la libido según el curso (progresión/regresión) y la orientación (introversión/ extraversión). Valor fundamental, sobre todo en la clínica, adquiere su posibilidad de desplazamiento y el papel que ocupa el símbolo, “máquina psicológica que transforma la energía” (8, § 88).
El proceso de individuación, cuya primera formulación se encuentra en Las relaciones entre el yo y lo inconsciente y la última en Mysterium coniunctionis, es el proceso de diferenciación y articulación de los opuestos conciencia/inconsciente y colectivo/individual a lo largo de la vida del individuo a partir de un estado originario de identidad con la madre-cosmos. Se da un ritmo entre individualización externa, correspondiente a la diferenciación (de la madre, la familia, la función paterna; del mundo externo e interno) y la individuación interna que permite articular logos y eros, funciones y actitudes opuestas, arquetipos antagónicos o aspectos antagónicos del arquetipo… gracias a la función transcendente (8, 2).
La dialéctica de los arquetipos estructurales arriba mencionados en el proceso de individuación puede describirse del siguiente modo: la confrontación de la persona con la sombra permite diferenciar el yo; la confrontación del yo con la sicigia permite diferenciar el sí-mismo; la confrontación del sí-mismo con el alma del mundo permite diferenciar el Unus mundus. Este proceso se superpone al más empírico de la primera parte de la vida (ascensional, puer), donde los procesos de individualización externos se acompañan por la liberación del yo del peso social de la persona (realización de la sombra) y la fijación de las figuras anímicas mediante el emparejamiento (realización de la sicigia), para dar paso en la segunda parte de la vida (declinar, senex) a la comprensión de un centro rector de autorrealización (realización del sí-mismo) y de un orden cósmico animado de sentido (realización del Unus mundus). Hay que entender realización como cobrar consciencia.
Evidentemente, este modelo abstracto no puede hacer justicia a la complejidad que supone toda vida empírica, donde se dan estas dialécticas en ciclos parciales, esporádica o simultáneamente. Todo depende de cuál sea el arquetipo dominante o la resultante de arquetipos diversos en un momento dado. Y qué actitud tenga la consciencia ante su propia psique objetiva. Lo fundamental es cómo va ampliándose o flexibilizándose la consciencia en su relación con lo inconsciente para dar más profundidad al alma individual.
Formaciones de lo inconsciente
Lo inconsciente sólo puede ser deducido o inferido “a partir de lo que encontramos en nuestra consciencia” (8, § 352). Es decir, depende del estado de nuestra consciencia qué contenidos consideremos inconscientes. Las fuentes tradicionales de estos contenidos se encuentran en la ensoñación, los sueños, la proyección, los síntomas y, en lo que respecta a lo inconsciente colectivo, la mitología –incluida la religión-, el arte y el pensamiento. En todos los casos los modos expresivos son simbólicos, resultado de la aplicación de la función transcendente, simbolizadora (10, §§ 25 y 33).
En lo que toca al individuo, los sueños son la fuente inmediata de un mundo psíquico inconsciente. Jung subraya su aspecto dramático, con localización, intriga, peripecia y desenlace (8, § 561-564), recomienda que se analicen serie de sueños, incluso cientos, si deseamos captar el proceso de individuación (8, § 550), y que se diferencie entre nivel de objeto y de sujeto (6, 1, “definiciones”) en su análisis y amplificación (correlato arquetípico).
Respecto a la fantasía, “expresión directa de la actividad vital psíquica, de la energía psíquica” (6, 1, “definiciones”) Jung ha puesto a punto un instrumento técnico, la imaginación activa, consistente en establecer una atención enfocada, mediante instrumentos potenciadores de la creatividad (escritura, pintura, música, danza…), a los contenidos de lo inconsciente que llegan a la consciencia (9/1, § 101).
Los síntomas se escalonan en el arco de la psicopatología disociativa desde estados de desasosiego a delirios estructurados. Aunque Jung no trata específicamente la psicosomática la da por supuesta en muchos pasajes de su obra, refiriéndola al aspecto psicoide del arquetipo. En cualquier caso, Jung considera que en las enfermedades de todo tipo se presenta un juego arquetipal. De todos modos, hay que atender el movimiento de los complejos (inconsciente personal) para captar el trasfondo arquetípico (inconsciente colectivo).
De un modo rápido, para terminar, señalaré que la psicoterapia es el centro de la actividad de Jung. Todas sus investigaciones tienen por objetivo dotar a los individuos de instrumentos para facilitarles la relación con su inconsciente. En cuanto a la teoría de la relación analítica, su texto fundamental sobre la transferencia sólo llegaría en 1946 (16, 12). Referente a la técnica, además de considerar todas las tendencias de escuela útiles para los diferentes individuos, recomienda la situación “cara a cara” entre paciente y analista, para lograr la máxima simetría, y el uso de la imaginación activa para sacar al paciente de la penosa dependencia transferencial.
Madrid, Abril 2007
(Enrique Galán Santamaría, Teoría junguiana)

jueves, 19 de mayo de 2016

LA INTEGRACIÓN DEL ANIMA- ANIMUS


LA INTEGRACIÓN DEL ANIMA- ANIMUS

En la Psicología Analítica de Carl Gustav Jung , Ánima significa en latín alma, alude a
las imágenes arquetípicas de lo eterno femenino en el inconsciente de un hombre. El
Animus son las imágenes arquetípicas de lo eterno masculino en el inconsciente de una
mujer. Las cuales forman un vínculo entre la consciencia del yo y el inconsciente
colectivo potenciando el camino hacia el sí mismo y el proceso de individuación. El
entiende que estas figuras son complejos funcionales que se comportan de manera
compensatoria de la personalidad externa, esto es, como si fuesen personalidades
internas con las características faltantes en la personalidad consciente y manifestada .En
un hombre, se trata de características femeninas; en una mujer masculinas.
Normalmente ambas están siempre presentes, en cierto grado, pero no encuentran un
lugar en la función externa de la persona porque perturbarían su adaptación al medio, o
la imagen ideal que se tiene de sí mismo.
La sizigia ánimus-ánima, o contrapartes sexuales inconscientes, están proyectadas.
Camino que sería francamente difícil si no pudiéramos recapitular estos dos
conocimientos que siendo similares y a la vez complementarios saben conjugar la
palabra alma en mayúsculas y en su más alto estadio de la comunicación entre hombres
y mujeres. Casi sin ser totalmente conscientes de la interacción e influencia arquetípica
del Anima en el hombre y el Animus en la mujer, esta juega en un importante papel en
el desarrollo del individuo para su grado de autoconocimiento siempre hacia el alma
verdadera del ser.
Jung en su Corpus teórico para el desarrollo del ser humano al que llamó proceso de”
individuación”, el cual decía que no cesaba de formarse en el transcurso de la vida,
realizó un gran estudio sobre las partes internas masculinas que poseen las mujeres y los
aspectos femeninos que poseen los hombres. Para Jung, la persona hace de
intermediario con el mundo social y el ánima con el mundo interior La tendencia natural
en un hombre es la de proyectar los contenidos de su ánima en una mujer real, a través
de sentimientos amorosos u odiosos eróticos. La tendencia natural en una mujer es la de
proyectar los contenidos de su ánimus en un hombre real, a través de sentimientos
amorosos u odiosos espirituales.
La figura del ánima aparece muchas veces en la literatura, pintura y escultura.
Representadas por la mitología de las Diosas y grandes imágenes de desnudos
femeninos, además de contenidos directamente eróticos o sexuales con una fuerte carga
de sugerencia psicológica, al explicar contenidos inconscientes inasibles de otra manera.
Las figuras ánimus no son representaciones de hombres concretos, sino fantasías
revestidas de necesidades y experiencias de naturaleza emocional. Algunas figuras
ánimus características son las figuras paternas, hombres famosos, figuras religiosas,
figuras idealizadas, jóvenes y figuras de dudosa moral.
Las dificultades vitales encontradas generalmente en una mujer derivan de la
identificación inconsciente con el ánimus, o de su proyección en la pareja, lo que genera
un sentimiento de desilusión respecto de la persona real.
Sin embargo, el carácter de estas figuras no está determinado solamente por las
características sexuales latentes que representan, está condicionado por la experiencia
que cada persona ha tenido en el curso de su vida con representantes del otro sexo, y por
la imagen colectiva de la mujer que lleva en su psiquis el hombre individual, y la
imagen colectiva del hombre que lleva la mujer. Estos factores se unen para formar algo
que no es exclusivamente una imagen ni tampoco solamente experiencia, sino que es
una entidad cuya actividad no está coordinada orgánicamente con las otras funciones
psíquicas. Se conduce como si tuviese sus propias leyes, interfiriendo en la vida del
individuo como si fuese un elemento ajeno; a veces, esta interferencia es útil, a veces
perturbadora, en otras realmente destructivas. Tenemos por lo tanto muchas razones
para preocuparnos por estas entidades psíquicas y llegar a comprender de qué manera
ejercen su influencia sobre nosotros.
Del mismo modo que para el hombre ante su anima, la evolución de la mujer se
realiza mediante la exploración de toda su dimensión masculina inconsciente por medio
de las representaciones que se modifican conforme a su propio desarrollo.
Cuanto más inconscientes son las tendencias del anima o del animus, más "poseen" al
yo e influyen en todas las relaciones con el otro: así, tal hombre suele vincularse con el
mismo tipo de mujer, y tal mujer con el mismo tipo de hombre, a pesar de los sinceros
esfuerzos para cambiar de esquema.
Se trata de un vínculo de fascinación que, si bien posibilita la relación con un
compañero del otro sexo, la mantiene en cierta confusión entre el anima y la mujer de la
realidad, y entre el animus y el hombre de la realidad. Esto explica gran número de
desilusiones y de decepciones, especialmente cuando la realidad cotidiana le gana la
partida lo que era proyectado en el seno de la pareja, del anima del hombre y del animus
de la mujer. En la mayoría de los casos, cada cual acusa al otro de haber cambiado o de
haber disimulado al otro su verdadera naturaleza. Se plantea entonces una relación de
proyecciones recíprocas que puede volverse muy conflictiva. Por el contrario, si cada
cual tiene la valentía de superar esta decepción para retomar por su cuenta los elementos
proyectados, la pareja puede volver a empezar sobre nuevas bases.
El encuentro con su sombra obliga a la mujer a tomar distancia con respecto a su
Animus. Antes bien, lo que conduce al hombre a abrirse al anima es la toma de
conciencia de la influencia de su persona. En nuestra sociedad, la mujer ha tenido que
identificarse con su Animus para afirmarse, con frecuencia a expensas de su feminidad.
Por el contrario, el hombre muestra más bien tendencia a rechazar sus condicionantes
femeninos para identificarse con un modelo social masculino más o menos
caricaturesco.
El distanciamiento de las proyecciones del anima o del animus se produce por
diferenciaciones sucesivas de las imágenes parentales del yo, de los modelos colectivos
insertos en la persona y por la disminución de las proyecciones sobre el prójimo: tal es
la diferenciación del anima en la mujer, y del animus en el hombre.
Y mediante el distanciamiento y mediante la relación con su propia anima/animus, el
hombre y la mujer integran su capacidad de vinculación, de palabra y de encuentro.
La relación se vuelve positiva y la maduración del psiquismo llega a realizarse
conforme a su propia forma de sentir.
El ánima no es el alma en el sentido religioso, como algo puramente inmaterial, pues
tiene una función mental. El ánima y el ánimus, cumplen cinco leyes (Daco, 1985):
• 1º. Todo sujeto tiene cualidades masculinas y femeninas inconscientes. La
individuación aporta un equilibrio al hombre y mujer que integra adecuadamente
los aspectos de su personalidad oculta (la sombra). Un hombre equilibrado es a
la vez activo y flexible, racional e intuitivo, posee ternura y dureza, es agresivo y
acogedor, etc. Igualmente obraría para una mujer equilibrada.
• 2º. Las cualidades masculinas y femeninas cuando se encuentran proporcionadas
llevan al equilibrio y la salud mental.
• 3º. El ánima y el ánimus son aspectos de la "sombra" del inconsciente.
• 4º. Todo lo que no está integrado en la mente, incluido el ánima y el ánimus,
corre el riesgo de ser proyectado para bien o para mal. El enamoramiento es un
ejemplo de cómo proyectamos nuestra ánima o ánimus en el ideal o imagen del
hombre o mujer ideal de nuestros sueños. Otro ejemplo serian las proyecciones
de la imagen del padre a través del arquetipo del padre supremo (Dios) que
puede ser proyectado en imágenes de castración, autoritarismo, culpabilidad,
etc., hacia el propio padre o como se vive una religión concreta.
• 5º. Si la represión (ontológica) se transforma en consciente cesa la proyección y
sus aspectos pasan a ser integrados.

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EL LADO OSCURO DE NUESTRA PSIQUE: LA SOMBRA EN JUNG.



EL LADO OSCURO DE NUESTRA PSIQUE: LA SOMBRA EN JUNG.
Una de las ideas más interesantes de Carl Gustav Jung fue el concepto de “La Sombra” que denominó como uno de  los arquetipos principales de lo inconsciente según la Psicología Analítica que éste postulo; a todos los aspectos ocultos o inconscientes del individuo, tanto positivos como negativos, que éste conscientemente ha reprimido o nunca ha reconocido para sí.
Todos nacemos “completos” pero la cultura exige que el individuo manifieste sólo parte de su naturaleza y rechace otras características. La sombra comienza a desarrollarse en la infancia a través de la socialización en la cual nos vamos identificando con ideales de comportamiento, reprimiendo en nuestra psique lo no aceptado. Es una personificación de todos los rasgos que nos hemos negado a nosotros mismos, ya sea porque los hemos visto y no nos han gustado o porque nunca los hemos desarrollado. La sombra permanece al acecho y emerge con fuerza en cualquier momento de nuestras vidas.
Si se permite la integración de la sombra en la personalidad del individuo podría lograrse que la misma enriquezca y complemente a las demás facetas del sujeto.
Al integrarse a la cultura, el ser humano es civilizado; esto implica moderar y refrenar los impulsos animales. En este proceso de civilización, que guarda mucha relación con el desarrollo del arquetipo del personaje, el individuo se desliga de su sabiduría instintiva. Estos contenidos censurados, al deber su energía a profundas raíces evolutivas, no se doblegan fácilmente; se guarecen en el  inconsciente donde permanecen en estado latente.
 Lo que Jung denominó al término “La sombra” es la representación de nuestros impulsos más primitivos, los instintos animales, provenientes de los antecesores pre-humanos del hombre. Decía, que “la sombra representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego tanto individuales incluso conscientes como colectivos. Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas. Se establece así una interrelación entre inconsciente colectivo, arquetipo, yo consciente e inconsciente personal.
“La gente es capaz de hacer cualquier cosa por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz si no haciendo consciente su oscuridad”
               En un primer  punto se definiría como la totalidad del inconsciente, y  en  una segunda instancia, la Sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios. Si hasta el presente se era de la opinión de que la sombra humana es la fuente de todo mal, ahora se puede descubrir en una investigación más precisa que en el hombre inconsciente justamente la sombra no sólo consiste en tendencias moralmente desechables, sino que muestra también una serie de cualidades buenas, a saber, instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc. La sombra personifica al inconsciente personal pero también es una componente arquetípica ya que todos los seres humanos portan consigo una sombra, un "aspecto sombrío" que actua mediante la proyección de contenidos del inconsciente personal. Estas proyecciones conforman un comportamiento arquetípico que configura a la sombra como un fenómeno colectivo. Además la sombra, como arquetipo, se encuentra vinculada al mal; por ello, el aspecto colectivo de la sombra ha sido personificado en las figuras de los demonios, brujas y brujos, Satán, Mefistófeles, cábiros, faunos, etc.
La sombra impulsa al ser humano al “contagio colectivo", a la psicología de masas y a las actuaciones del hombre-masa
El ser humano proyecta, en un mal anónimo que existe en el mundo exterior, todas las manifestaciones que salen de su sombra, porque tiene miedo de encontrar en sí mismo la verdadera fuente de toda desgracia. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra que es la suma de todo lo que él no quiere, pero debe ocuparse en forma muy especial de estos aspectos, pues al rechazar en su interior un principio determinado, cada vez que lo encuentre en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de repudio. Sumado a esto, la sombra está expuesta a contagios colectivos, debido a que el individuo es seducido por el anonimato del grupo y se deja llevar por la masa desenfrenada, en esta masa anónima, la personalidad puede expresar lo reprimido o sus aspectos no reconocidos bajo el amparo y aprobación del grupo. En su mayor parte, la sombra se compone de deseos reprimidos e impulsos incivilizados que hemos excluido de nuestra auto imagen, es decir de cómo nos vemos a nosotros mismos. Estas motivaciones son percibidas como moralmente inferiores para el “ideal” de lo que creemos que somos, por lo que también depositamos en la sombra fantasías y resentimientos. De esta manera, la sombra abarca en general todas aquellas cosas de las cuales uno no se siente para nada orgulloso. Es algo así como la cochambre que barremos debajo de nuestra alfombra consciente. Estas características no reconocidas en uno, a menudo se perciben en los demás a través del mecanismo de proyección, el cual consiste en observar las propias tendencias inconscientes en otras personas. Debido a la dificultad de reconocer y aceptar nuestra propia sombra, este mecanismo de proyección es una de las formas más recurrentes y negativas de no trabajar los propios defectos y adjudicar éstos sólo a los demás.
Pero la sombra es algo consustancial al individuo, ya que la propia naturaleza del mundo implica que exista luz y exista oscuridad. La fuerza de la sombra no sólo actúa negativamente sino también positivamente.
Es en nosotros mismos, precisamente, donde con mayor frecuencia y con mayor realidad percibimos las cualidades de la sombra, siempre que estemos dispuestos a reconocer que nos pertenecen; así, por ejemplo, cuando nos sobreviene una explosión de rabia; cuando bruscamente comenzamos a maldecir o a conducirnos groseramente; cuando, del todo en contra de nuestra voluntad, actuamos de un modo antisocial; cuando nos comportamos ruinmente con mezquindad, o aparecemos coléricos, cobardes, frívolos o hipócritas: entonces desplegamos cualidades que en circunstancias ordinarias ocultamos o reprimimos cuidadosamente y cuya existencia nosotros mismos ignoramos". La sombra se comporta respecto a la consciencia como compensadora, su influencia, pues, puede ser tanto negativa como positivas La omisión y la supresión de la sombra, así como la identificación del Yo con ella, puede llevar a desdoblamientos peligrosos. Puesto que la sombra está próxima al mundo de los instintos es indispensable tenerla en cuenta constantemente.
Las personas tienden a proyectar los empujes de su sombra en otras del mismo sexo generando hostilidad y rechazo entre personas del mismo género. Cuando una persona manifiesta una exagerada aversión hacia otra persona del propio sexo, Jung sospecha que la persona ve en el otro a su propia sombra expulsada de sí.
La impugnación de la sombra empobrece la personalidad. La naturaleza animal del hombre no es necesariamente algo malo. En ciertas ocasiones, por ejemplo, cuando debemos decidir y actuar velozmente ante una situación de peligro, el ego suele quedar apabullado ante la conmoción repentina y dependemos de nuestras predisposiciones animales.
Se trata de “la sombra”, uno de los arquetipos Junguianos que más aceptación ha tenido en otras escuelas psicológicas.
Enfrentarse a la sombra contempla trabajar e integrar ambos lados: aquellas cualidades y actividades de las cuales uno no se enorgullece, y nuevas posibilidades que uno nunca supo que estaban ahí. Cuando aprendemos a reconocer nuestra sombra y a vivirla un poco más, nos volvemos más accesibles, naturales, y humanos, nos integra al grupo y dejamos de estar sobre él, para ser humanos entre humanos en una relación natural. El emprender este difícil camino de enfrentar, reconocer, integrar y trabajar con nuestra sombra es necesario para el conocimiento y realización total de uno mismo, proceso al que Jung denominó el proceso de individuación. La confrontación de la conciencia con su sombra es una necesidad terapéutica y, en realidad, el primer requisito para cualquier método psicológico completo.
Vale la pena pasar por este proceso de llegar a un acuerdo con “El Otro” que hay en nosotros, porque así logramos conocer aspectos de nuestra naturaleza que no aceptaríamos, que nadie nos mostrará, y que nosotros mismos jamás admitiríamos.

             * Reconocer y aceptar esa sombra hace parte de la autorrealización más   profunda del ser humano que es La individuación, ya que permite ampliar la consciencia, aprovechar su poderosa energía y avanzar en la recuperación de la anhelada totalidad.



"EL COMPLEJO"

Un complejo, es la imagen de cierta situación psíquica que tiene un fuerte acento emocional y que además es incompatible con la actitud normal de la conciencia.
La via regia al inconsciente...no es el sueño, como pensó Freud, sino el complejo, arquitecto de los sueños y los síntomas. Esta vía tampoco es tan "real", ya que el camino señalado por el complejo es más bien un sendero escabroso y extremadamente tortuoso.
Los complejos interfieren con las intenciones de la voluntad y perturban la actuación consciente; producen alteraciones de la memoria y bloqueos en el flujo de asociaciones; aparecen y desaparecen según sus propias leyes; pueden obsesionar temporalmente la conciencia o influir de manera inconsciente sobre el lenguaje y la acción. En resumen, los complejos se comportan como seres independientes.
Los complejos son de hecho "astillas de la psique". La etiología de su origen es frecuentemente un trauma, un shock emocional o algo parecido que provoca una fractura de la psique. Ciertamente, una de las causas más comunes, es el conflicto moral, que finalmente deriva de la aparente imposibilidad de afirmar la totalidad de nuestra naturaleza.
Hoy en día, todos saben que las personas "tienen complejos". Lo que no se sabe, a pesar de que teoricamente es mucho más importante, es que los complejos pueden tenernos a nosotros.
Los complejos son puntos focales o nodales de la vida psíquica, de los cuales no podemos prescindir; en efecto, no deben faltar, ya que de otro modo, la actividad psíquica llegaría a una paralización fatal.
Los complejos obviamente representan cierta inferioridad en el más amplio sentido...pero tener complejos no indica necesariamente una inferioridad. Sólo significa que existe algo discordante, no asimilado y antagónico, que puede ser un obstáculo, pero también un incentivo para esforzarse más y así, quizá abrir nuevas posibilidades de realización.
Tener complejos, no significa en sí neurosis...y el hecho de que sean dolorosos no es una prueba de alteración patológica. El sufrimiento no es una enfermedad; es el polo opuesto normal de la felicidad. Un complejo se vuelve patológico sólo cuando pensamos que no lo tenemos.
Un complejo sólo se puede vencer, viviéndolo completamente. En otras palabras, si hemos de evolucionar más, debemos atraer hacia nosotros y beber de una lo que hemos mantenido a distancia debido a nuestros complejos.
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viernes, 13 de mayo de 2016

"OTROS NIVELES SUPERIORES DE LA REALIDAD"

Jung creía que el inconsciente puede conectar con otros niveles superiores de la realidad no sometidos a nuestras leyes espacio-temporales. Su cada vez más dilatada formación psiquiátrica, no le hizo dar marcha atrás en sus convicciones, aunque sí se iba mostrando más prudente a la hora de referirse a los espíritus-guías (prefería hablar ya de “personalidades inconscientes”). Comprendió que el inconsciente escondía demasiados secretos que tenía que ir sacando a la luz, antes de atribuir a posibles fuerzas del más allá los numerosos casos de narcolepsia, criptomnesia, hipnagogia, estado de ensoñación, trance visionario, automatisme ambulatoire, etc., que le iban llegando a su consulta, trabajando ya como psiquiatra en el prestigioso hospital de Burghölzli, durante la primera década del siglo XX. “Aun cuando existen casos perfectamente dignos de crédito, queda en pie la cuestión de si el fantasma o la voz se identifican con el muerto o son una proyección psíquica, y si la declaración procede realmente del muerto o quizás se origina en el saber existente en el inconsciente”, subraya Jung. Fue su etapa más escéptica, aunque como puntualizó William James, jamás perdió su voluntad de creer…
Si bien es cierto que estableció una conexión entre la mediumnidad y la histeria, estudiando la “disociación” de la personalidad de los médiums espiritistas, en ningún momento cuestionó la autenticidad de las facultades metapsíquicas, como la clarividencia o la precognición. En su tesis doctoral de medicina, escrita en 1902 bajo el título Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos, se hace eco de las experiencias mediúmnicas de su prima Hélène (empleó para referirse a ella el pseudónimo “S.W.”), afirmando que a pesar de su personalidad histérica -que provocaba sus desvanecimientos y automatismos-, manifestaba auténticas capacidades telepáticas y precognitivas durante esos estados de trance. En la conferencia que pronunció en 1919 ante los miembros de la S.P.R., titulada Los fundamentos psicológicos de la creencia en los espíritus, dejó claro su convencimiento de que las manifestaciones espiritistas se debían a “efectos exteriorizados de complejos del inconsciente”. El ya cada vez más célebre psiquiatra continuó ahondando en el estudio de los fenómenos paranormales, siguiendo una línea marcadamente científica, por eso no le pasó desapercibidas las investigaciones llevadas a cabo a partir de 1934 por el biólogo Joseph B. Rhine, en torno a la llamada “percepción extrasensorial” (ESP), desde su laboratorio de la Universidad de Duke. Sus rigurosos análisis estadísticos sobre la telepatía, la clarividencia, la precognición y la psicocinesis hicieron que la Parapsicología adquiriese respetabilidad científica y se multiplicasen las cátedras por todo el mundo. En 1937, Jung tendría la oportunidad de conocerle personalmente. “Por lo menos una parte de la psique no se encuentra sometida a las leyes del espacio y del tiempo -sugiere Jung-. La prueba científica acerca de ello la aportaron los conocidos experimentos de Rhine. Junto a incontables casos de presentimientos espontáneos, las percepciones fuera del espacio y otros casos de este tipo, de los cuales ya he contado algunos ejemplos de mi vida, demuestran que la psique en ocasiones funciona más allá de la ley de la causalidad espacio-tiempo. De ello se desprende que nuestras concepciones de espacio y tiempo, y con ello la causalidad, son imperfectas”.

"LA SINCRONICIDAD"

“He elegido el término ‘sincronicidad’ porque la simultaneidad de dos acontecimientos análogos, pero acausalmente ligados, parece un criterio esencial. Empleo, pues, aquí, el concepto general de sincronismo en el sentido especial de coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, relacionados mutuamente de modo acausal, que tienen un contenido idéntico o semejante”, explica en La interpretación de la naturaleza y la psique (1952), obra en la que colaboró el premio Nobel de Física Wolfgang Pauli. Ambos consideraron que los fenómenos sincrónicos, aquellos que se producen simultáneamente sin que medie una relación causal, son muy significativos para quien los protagoniza. Los experimentos de Rhine -que proporcionaron la prueba de la existencia de conexiones acausales de sucesos- sirvieron para que Jung planteara la posibilidad de que el espacio y el tiempo pudieran tener también una realidad psíquica, no solo física. “Parece como si el espacio y el tiempo dependieran de condiciones psíquicas y no existieran en sí mismos, sino que fuesen sólo ‘puestos’ por la conciencia”, sugiere. Partiendo de esa premisa, la sincronicidad supone entonces un gran desafío al azar. De hecho, constantemente nos ocurren cosas que consideramos casuales, pero ¿realmente lo son siempre?… “Si bien la gran mayoría de los hechos casuales podría admitir una explicación causal, subsisten multitud de ellos que no manifiestan conexión causal alguna”, puntualiza Jung. Entre los muchos casos que le ocurrió, resulta especialmente llamativo el registrado el 1 de abril de 1949. Así lo cuenta: “Hoy viernes. En el almuerzo nos sirven pescado. En la conversación alguien recuerda incidentalmente la costumbre del ‘pez de abril’. Durante la mañana había yo anotado una inscripción: ‘Est homo totus medius piscis ab imo’. Por la tarde, una ex paciente mía a quien no había visto desde meses atrás, vino a mostrarme algunos cuadros de peces, singularmente impresionantes, que había pintado durante ese lapso. Por la noche se me mostró un bordado que representaba monstruos marinos pisciformes. El dos de abril, a las primeras horas de la mañana, otra ex paciente a quien no había visto desde hacía muchos años, me relató un sueño en el cual, estando a orillas de un lago, vio a un pez grande que se acercaba nadando en dirección a ella, para amarrar, por así decir, a sus pies. Durante esos días estaba yo ocupado en una investigación sobre el símbolo del pez en la historia”. Dicho relato lo escribió a orillas de un lago. Al terminarlo, se percató que a escasos metros de donde se encontraba, yacía un pez muerto totalmente intacto. “En la tarde del día anterior no había allí ningún pez”, advirtió. ¿Es posible atribuir a la simple casualidad un caso así?…
En conclusión, sus estudios sobre el inconsciente y los fenómenos paranormales -a veces protagonizados por él mismo como ya hemos visto-, le llevó a considerar que “existe una cierta probabilidad de que algo de nuestra psique continúe viviendo después de la muerte”. Y con ese convencimiento se marchó de este mundo a la edad de 85 años, dejando tras de sí una huella imborrable de conocimientos sobre el psiquismo humano.
(Nota: La ‘Obra Completa de C.G.Jung’ ha sido publicada en 20 excelentes volúmenes por la Editorial Trotta).