Un acercamiento desde la física cuántica al espiritismo y a la transmisión de la energía psíquica: vivimos en un mundo donde no siempre sabemos que está causando las cosas, influencias invisibles afectan nuestro destino, modifican nuestro pensamiento, como si fuéramos parte de un cerebro del tamaño del universo.
Felix qui potuit rerum cognoscere causas
[Feliz el que puede conocer las causas de las cosas]
-Virgilio
La bomba ha estallado…
—¿Qué bomba?— pregunté.
—La bomba psíquica, la bomba maestra.
Estalla y nadie se da cuenta. Destruye corazones, almas y mentes, y deja
intactos los cuerpos y las neveras
-James Baldwin
En el mundo en el que vivimos la mayoría
de las veces no sabemos qué es lo que causa las cosas. Aunque la física
clásica sostiene que el universo es una especie de máquina concatenada
en la cual las mismas causas tendrán siempre los mismos efectos y en el
que si sabemos un estado inicial podemos predecir prácticamente todos
los estados futuros dentro de un sistema, nuestra vida —nuestra vida
psíquica y espiritual— y las cosas con las que nos encontramos no son
tan fáciles de insertar dentro de este esquema.
En el poema «Alguien», Jorge Luis Borges escribe:
«puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso».
¿Alguna vez te has sentido alegre sin
razón aparente, sin causa coherente, solamente porque las circunstancias
se conjugaron de manera inesperada, una mañana radiante, una felicidad
que no parece provenir de un hecho concreto? ¿Alguna vez te has sentido
miserable intempestivamente, cuando las cosas iban bien y de repente
todo choca, te enfermas o la realidad parece conspirar en tu contra, te
mueves asincrónicamente pese a que has intentado cambiar, entrar en el
ritmo cósmico y has trabajado duro para manifestar tu intención?
Don Juan le decía a Carlos Castaneda (o
Castaneda decía que Don Juan le decía) que la suerte es un tipo de
poder, una especie de ley generalmente invisible. ¿Por qué algunas
personas parecen tener más suerte? ¿Por qué algunas personas son
naturalmente ligeras y otras cargan un peso encima, onerosamente
inexplicable? No estamos hablando de genética y si bien algunos podrían
pensar en el mero azar, en la combinación de factores entrópicos, la
mayoría de las personas intuyen que existe una causa invisible, un orden
secreto que los anima y determina lo que les sucede. Podemos pensar que
la vida de los demás es aleatoria, pero es muy raro que alguien, aunque
ateo, aunque cientificista, en su propio caso, en su propia mente, no
piense que hay fuerzas que intervienen en su destino, energías
generalmente imperceptibles que afectan sus estados físicos y
emocionales: es el sentimiento primordial de “por qué me sucede esto a
mí” y lo que motiva pedir, orar, proyectar, en el lienzo de nuestra
mente.
Parecería
que estamos hablando del karma. Pero en realidad no sólo estamos
hablando de esta ley de causa y efecto metafísica que trasciende una
vida única, estamos hablando también del entrelazamiento cúantico, aquel
principio que une a todos los átomos del universo en una conexión
instantánea no obstante la distancia a la que se encuentren (algo que ha
sido reitereadamente comprobado en experimentos)
El Teorema de Bell explica así el entrelazamiento cúantico:
«Dos partículas que han interactuado
entre sí permanecen vinculadas de algún modo, y constituyen partes de un
mismo sistema invisible [...]. Podemos concebir el universo como una
vasta red de partículas interactuantes, donde cada vinculación enlazaría
las partículas participantes haciendo de ellas un solo sistema
cuántico».
Sir James Frazer describe la magia simpática en La Rama Dorada de forma similar a lo que la física moderna llama entrelazamiento cuántico:
«Las cosas que han estado una vez en
contacto entre sí siguen influyéndose mutuamente de lejos tras haberse
cortado el contacto físico».
Además del entrelazamiento cuántico
tenemos en la resonancia mórfica del biólogo Ruper Sheldrake, otra
teoría científica que factiblemente explica cómo se transmiten estas
causas que bajo nuestro paradigma gnoseológico son invisibles. Esta
teoría describe la transmisión de información en la naturaleza a través
de campos morfogenéticos (la información es un campo como la gravedad),
donde la cercanía de una especie y la frecuencia de un hábito (lo que ha
pasado tiene más posibilidades de volver a pasar) determinan la
intensidad con la que nos vemos afectados por esta dimensión de
información. En este sentido lo que le sucede a un mono afecta menos a
un hombre que lo que le sucede a otro hombre (pero todo lo que sucede en
el campo informático del universo lo afecta). Y lo que les sucede a tu
madre o a tu novia te afecta más, generalmente, de lo que le sucede a un
hombre en Madagascar, acaso por el nivel de entrelazamiento cuántico
que existe entre tus células y sus células. Estamos creando una
estructura telepática de interconexión no local, a través de la cual la
unidad se ensambla y se autoproyecta.
El mismo Don Juan en alguna ocasión le
dice a Castaneda (el Casanova del New Age) que tiene que cortar los
lazos que tiene con las mujeres con las que ha tenido sexo, ya que su
cuerpo energético está horadado por filamentos que permanecen unidos y
siguen intercambiando energía (en la mayoría de los casos drenándolo).
Para hacer esto tiene que hacer lo que se llama recapitular, lo que de
alguna forma desmadeja la red energética de su pasado.
Quien haya visto la película Donnie Darko
recordará que, en la noche del fin del mundo, el héroe duerme con la
dulce Gretchen y en el éxtasis del amor se percibe una especie de
filamento de plasma iridiscente que sale de su plexo solar y que lo
conecta con las demás cosas materializando su intención. Imagina estos
filamentos exponencialmente conectándote con todo el mundo,
especialmente con las personas con las que más cerca has estado o sobre
las que más piensas (pero también con las que te piensan, las penas
rodantes, las piedras espirituales). Y este filamento podría ser también
una especie de conducto o cordón umbilical de psiquismo, lo que en el
budismo se llaman tulpas, como uno de esos adminículos con los que los doctores llenan de drogas los cuerpos de los convalecientes.
Ahora trata de calibrar lo que se está
transmitiendo, lo que te está transmitiendo el mundo —las personas que
amaste, las personas a las que heriste— y lo que tú le estás
transmitiendo al mundo —en qué piensas todos los días, qué emanas al
cosmos. Tal vez esto podría ayudar a explicar por qué te sientes de tal
forma o por qué encuentras obstáculos invisibles, por qué el universo no
conspira a tu favor (o por qué el universo sí conspira a tu favor).
Hace unos días me visitó un amigo y
platicando, viendo el horizonte industrial de la Ciudad de México, la
embajada de Israel con sus hexaedros de cristal en la cúpula y las
jacarandas como una enredadera con la parte invisible del cielo, me
contó una historia que ha motivado este artículo. Una señora en su
edificio es golpeada por su esposo y obligada a quedarse en casa. El
esposo trabaja en una corporación, un cargo de poca monta, pero intenta
ascender. Por otra parte también administra una serie de negocios. Pero
pese a todo su empeño, en el trabajo lo tratan como un esclavo y lo
desdeñan; en su negocio todo fracasa, cualquier tentativa resulta
malhadada. Mi amigo me confía que, según él, esto sucede porque la mujer
lo está saboteando energéticamente, su espíritu dispara una especie de
arma a distancia que permanentemente lo mitiga, “lo vampirea”. Y ella no
lo sabe, es un mecanismo de defensa inconsciente, quizás también un
antiguo pleito de almas. ¿Tiene mi amigo un preclaro discernimiento o es
sólo un caso de cautivadora paranoia?
Me parece que al menos en algún plano,
esto en menor o mayor medida está sucediendo permanentemente. Si somos
fractales universo, de la energía creador –”en imagen y semejanza”… —
tenemos en el fondo, inconscientemente, los atributos de Dios. Como reza
la frase popular: “ten cuidado con lo que pienses porque…”. Quizás
somos copias de Dios, pero estamos fragmentados, enfermos, y por esto
nuestros comandos no se realizan cristalinamente. No sabemos lo que
queremos —porque no nos conocemos a nosotros mismos (en esta impotencia,
Schopenhauer escribió: «por qué no puedo querer lo que quiero») y no
podemos articularlo con la elocuencia suficiente para que sea un acto
contundente y creador de nuestro espíritu. Regresar a aquel instante del
amanecer donde decir era hacer, Thor era un relámpago.
Este ejercicio es especialmente
revelador en el plano emocional. Las relaciones afectivas que hemos
tenido, tal vez de alguna forma marcan la forma en la que el universo se
relaciona con nosotros. Como si las personas fueran símbolos de la
totalidad del cosmos, planetas danzantes en nuestra órbita estelar.
Probablemente en la medida en la que hemos tratado a los demás, la
matriz material que compone al universo nos recibe y trata a nosotros
—esta es la ley de oro, el karma, pero también entendido desde la física
cuántica. Probablemente estemos cargando con numerosas relaciones
inconclusas, canales de entrelazamiento cuántico transmitiendo
información que no somos conscientes de que se están transmitiendo. (En
el caso de las celebridades esto puede ser una fuente de poder o de
decadencia ¿acaso el rostro y el cuerpo de Britney Spears no es el resultado de los pensamientos de sus fans, de la masturbación de sus idólatras, de la proyección de las huestes de adolescentes?).
«El aparato de biocontrol es prototípico
del control telepático unidireccional. El sujeto podría hacerse
susceptible al transmisor a través de drogas u otros procesamientos sin
necesidad de instalar un aparato. Al final los Emisores utilizarán
exclusivamente la transmisión telepática. ¿Alguna vez vieron lo códices
mayas? Yo los veo así: los sacerdotes —como el uno por ciento de la
población— hacían transmisiones telepáticas para instruir a los
trabajadores qué sentir y cuándo», William Burroughs.
En
la moderna teoría de la conspiración se habla de una raza
extraterrestre de seres que controlan a la humanidad y se alimentan del
miedo y de las bajas vibraciones de las personas. Una especie de íncubos
que asedian nuestra mente. Versiones del vampirismo. Versiones del
Diablo. La bestia que busca, fomenta y se alimenta de nuestro pecado (o
en palabras de Gurdjief “todo aquello que no contribuye a la evolución”,
¿vibraciones bajas, comida de parásitos caídos del cielo ?). En el
gnosticismo se habla de los Arcontes, controladores de este sistema
planetario similares a los agentes de la película The Matrix, que
proyectan una sofisticada simulación holográfica. Tambien se habla de
maestros ascendidos (o bodhisatvas) y de extraterrestres luminosos que
supuestamente emanan vibraciones que nos empujan a evolucionar.
Estaríamos entonces no solo batallando y librando una guerra energética
en esta realidad, sino en diferentes planos. Recibiendo del éter
diferentes programas que afectan el instante de nuestra mente, nuestro
aquí y ahora oscilando también en regiones invisibles de la geometría
hiperdimensional del espacio-tiempo. Aunque esto solamente sea una
madeja mitológica pletórica de símbolos –poco importa si es real o no,
pero sugiere con gran fuerza que existe una transmisión y una
interacción con este juego de códigos alucinatorios y emanaciones
simbólicas.
También es posible que nuestro propio
espíritu, en su esencia ubicua, se esté intentando comunicar con
nosotros y esté transmitiendo data psíquica vital. Quizás nuestra
familia energética también esté transmitiendo data por el río secreto de
Akasha. Ella cuyo rostro se olvidó al caer en un planeta y se recuerda
en la faz de las estrellas.
El ruido de los pensamientos de los
demás como una gran máquina debajo de las cosas. Y la música de las
esferas más lejos, con su coro de ángeles. El sonido de las arpas de tus
células sintonizando los movimientos de los astros, las espirales de
ADN y la serpiente enrollándose en las ramas de zafiro del árbol de la
vida que crece sobre el mar. La voz en el desierto. ¿Qué es lo que
escucharías si pudieras silenciar tu mente, borrar tu pasado y limpiar
tu código? ¿Con qué te conectarías si pudieras flotar en el vacío? ¿Qué
causaría que fueras íntegramente tu espíritu?
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