“Jung pensaba que la transferencia es algo que se da de forma natural en cualquier relación, por lo que también se manifiesta con frecuencia –aunque no siempre- durante el análisis. Por consiguiente, la transferencia no sólo debe tener una causa, sino también una finalidad. Jung se preocupó por conocer el significado de la transferencia (…)
A diferencia de la comunicación de índole consciente que se establece entre los dos egos, la conexión o vínculo inconsciente indica que existe un estado de identidad en que las dos partes se fusionan.
En el contexto del análisis, a esta relación o vínculo se le llama transferencia-contratransferencia, pero cualquier vínculo emocional intenso involucra este estado de fusión que Jung denomina participation mystique, en el que la otra persona forma parte de uno mismo y viceversa (…)
Los contenidos proyectados no son meras repeticiones que descubren situaciones reprimidas; también puede ocurrir que los nuevos contenidos creativos de la psique emerjan y se les experimente primero bajo la forma de proyecciones (…)
Para Kohut, la transferencia especular surge de la necesidad básica y vital de los seres humanos de tener una “resonancia empática”. Todos necesitamos ser reflejados para reconocernos a nosotros mismos y debemos contar con una resonancia empática para sentirnos reales, aceptados, valiosos y reconocidos por el prójimo (…)
Lo que Heinz Kohut denomina transferencia idealizante es en muchos sentidos similar a lo que se conoce dentro de la terminología junguiana como proyección de imágenes arquetípicas sobre el analista.”
(Mario Jacoby, El encuentro analítico)
“La atención empática y brindadora de cuidados provee al infante de un espejo, por decirlo así, en el cual puede gradualmente llegar a reconocerse y experimentarse como un ser completo, como self [ = sí mismo].
La figura de la madre que lleva a cabo esta función de reflejo empático es denominada por Kohut “objeto de self”. Emplea este término paradójico para designar a las personas del medio ambiente del bebé que son experimentadas por él como si fueran partes de su propio self.
Esto se da naturalmente en la temprana infancia, cuando “yo y tú”, self y objeto, no pueden ser discriminados ni cognitiva ni emocionalmente. En este sentido la designación “objeto de self” parecería ser bastante apropiada (…)
Desde el punto de vista científico el self es una hipótesis, cuya existencia no puede ser demostrada. Pero se hace notar a través de sus efectos sobre la experiencia psíquica, de la cual Jung da algunos llamativos ejemplos en sus memorias.
El self también se manifiesta con gran poder en una amplia gama de símbolos de la divinidad. Esto proporciona a Jung la base para su psicología de la religión, la cual ocupa un lugar central en su obra, ya que desde un punto de vista empírico ciertos símbolos del self no pueden ser distinguidos de la imagen de Dios (…)
Como hemos dicho, el self se manifiesta a través de símbolos del más alto valor, por ejemplo, la imagen de un tesoro difícil de encontrar, la rama dorada, la perla, o el oro filosófico de los alquimistas. El self puede expresarse en símbolos que representan estructuras de orden, tales como el mándala o la cuaternidad. También puede ser personificado por figuras dotadas de cualidades sobrehumanas. Las imágenes religiosas de dioses que han tomado forma humana y la creencia cristiana en Dios como padre y Cristo como hijo son representaciones simbólicas del self.
El self posee una fuerte carga afectiva que, cuando toma expresión en tales símbolos, se siente como algo numinoso.”
(Mario Jacoby, Individuation and narcissism)
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