“El control y la regulación del desarrollo del niño son al principio ejercidos exclusivamente por la madre, la cual representa el Sí mismo (…)
Por una parte, existe un Sí mismo corporal del niño (…) Por otra parte, la madre, en la relación original, no solamente juega el rol del Sí mismo del niño, sino que en realidad es este Sí mismo (…)
El desarrollo del posterior eje yo-Sí mismo de la psique y la comunicación y la oposición entre el yo y el Sí mismo se iniciados a partir de la relación entre la madre (…) y el niño (…)
La perturbación en la primera fase de la relación original causa que el sentimiento de culpa primario sea constelado a causa de la identidad del niño con la Gran Madre negativa, que rechaza al niño y así le niega el derecho y la oportunidad de vivir. Una perturbación así es fundamental porque penetra el desarrollo completo del Sí mismo, el cual se forma, dentro de la relación del niño con su madre, a partir del mundo del niño y su referencia al Sí mismo.”
(Erich Neumann, The child)
“En la infancia, la conexión del niño con el Sí mismo es en gran parte idéntica a su relación con los padres (…) Si las relaciones familiares interpersonales resultan dañadas en exceso, el ciclo puede ser interrumpido casi por completo (…)
Los pacientes con un eje yo-Sí mismo dañado se ven muy impresionados en psicoterapia por el descubrimiento de que el terapeuta los acepta (...) La experiencia de la aceptación no sólo repara el eje yo-Sí mismo, sino que también reactiva la identidad yo-Sí mismo residual."
(Edward F. Edinger, Ego and Archetype)
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