domingo, 7 de julio de 2013

El costo de la diversidad y la mismidad

El costo de la diversidad y la mismidad



Tal como lo recojo de la wikipedia, en el libro Recuerdos, sueños, pensamientos, Carl Gustav Jung se refiere al proceso de individuación como «aquel proceso que engendra un individuo psicológico, es decir, una unidad aparte, indivisible, un Todo». En palabras del propio Jung:
Individuación significa llegar a ser un individuo y, en cuanto por individualidad entendemos nuestra peculiaridad más interna, última e incomparable, llegar a ser uno Mismo. Por ello se podría traducir individuación también por mismación o autorrealización.
Noto una y otra vez que el proceso de individuación se confunde con el devenir consciente del Yo, y por ello el Yo se identifica con el Sí-mismo (arquetipo central de lo inconsciente colectivo), de lo que naturalmente surge una grave confusión del concepto. Pues de este modo la individuación se convierte en el mero egocentrismo y autoerotismo. Sin embargo, el Sí-mismo comprende infinitamente mucho más en sí que un mero Yo… Es tanto uno como los otros, como el Yo. Individuación no excluye al mundo sino que lo incluye.

La pregunta sería cómo cada uno de nosotros podemos encarar el proceso de individuación con miras a alcanzar la totalidad de nosotros mismos cuando nos vemos desde nuestro yo pequeño, nuestro ego condicionado, permanentemente agobiados por la influencia de lo externo tensionados en una contienda desigual. El economista y catedrático español, Juan Urrutia Elejalde, afirma que el camino hacia la individuación se debería realizar a través de sucesivas traiciones. Técnicamente, es traición renegar con dichos o acciones (sean éstas voluntarias o involuntarias), un compromiso de lealtad hacia una idea, asociación, o grupo de pertenencia. Por eso, como lo afirma en su texto: La individuación por pertenencia:
Mientras las decisiones de una persona están dictadas en su mayoría por la identidad del grupo a que pertenece, menos auténtica es su individualidad. Para convertirse en un individuo genuino y autónomo, la persona debe despojarse de las señas de identidad del grupo a que pertenece. Tiene que irse liberando de aquellos rasgos que comparte con los demás miembros del grupo y pasar a compartir rasgos culturales alternativos que identifican a los miembros de otros grupos. Pero para ello no tiene más remedio que traicionar. En efecto no basta con salirse de un grupo para pasar a un limbo desidentificado; sino que no hay más remedio que pasar de un grupo identitario a otro y a esto se le llama traición, entendiendo ésta como la disidencia in acto. Esta traición se desarrolla en el tiempo pues el individuo que se lanza a enredase en este proceso de inviduación no llega a su meta a no ser que, una vez pasado a otro grupo, no abandone también éste a través del despojamiento de otro rasgo perteneciente a este tercer grupo.
Y continúa:
En el límite de este proceso el agente individual se ha convertido en un individuo genuino en el sentido de que ha conformado un vector de rasgos culturales que solo a él le definen. Se puede, por lo tanto, decir que el individuo se hace tal a través de la pertenencia a diferentes grupos a los que traiciona secuencialmente. Hacerse individuo auténtico en el sentido heideggeriano pasa por traicionar al grupo en mayor o menor medida.
… el proceso de individuación no tiene fin y, además, no creo que fuera bueno que lo tuviera pues, además de perder oportunidades de acceder a la autenticidad perderíamos diversidad. En efecto, los imaginarios culturales colectivos vehiculan pautas conductuales que, por un lado, facilitan la vida en común y que, por otro lado, es bueno que sean plurales y se rocen unas con otras contribuyendo a la emergencia de otras nuevas y presumiblemente “mejores”.
… Especulando un poco podríamos decir que cuanto más fuerte son las identidades más costosa es la traición y tanto más creíble y profunda cuando, a pesar de todo, se lleva a cabo.
En el famoso y fabuloso cuento Tres Versiones de Judas, Jorge Luis Borges narra las elucidaciones y tribulaciones del catedrático Niels Runeberg quien abductivamente eleva a Judas, en una de sus versiones, a la secreta categoría de redentor afirmando que si el verbo, digamos Dios, se rebajó a ser hombre para la redención del género humano, afirmar que fue hombre y que fue incapaz de pecado encierra contradicción, por lo que debió hacerse hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; (sin embargo) eligió un ínfimo destino: fue judas, “el gran traidor”.
Y es que tal vez, como he tratado de expresarlo, sea la traición a sucesivos grupos que intentan moldearnos, el camino a través del cual podemos alcanzar la completitud de nosotros mismos. Una traición que debe ser entendida como la deriva consciente hacia la diferenciación en beneficio de la diversidad del sistema que, a su vez, es la unidad de nosotros mismos. Hasta valdría pensar que la evolución no sea más que un interminable proceso de sucesivas traiciones que gratifican a la diversidad. Ciertamente, siempre se paga un costo. Supongo que el mayor de ellos es el de la soledad…

Fuente: Wikipedia, La individuación por la pertenencia.

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