viernes, 13 de mayo de 2016

"OTROS NIVELES SUPERIORES DE LA REALIDAD"

Jung creía que el inconsciente puede conectar con otros niveles superiores de la realidad no sometidos a nuestras leyes espacio-temporales. Su cada vez más dilatada formación psiquiátrica, no le hizo dar marcha atrás en sus convicciones, aunque sí se iba mostrando más prudente a la hora de referirse a los espíritus-guías (prefería hablar ya de “personalidades inconscientes”). Comprendió que el inconsciente escondía demasiados secretos que tenía que ir sacando a la luz, antes de atribuir a posibles fuerzas del más allá los numerosos casos de narcolepsia, criptomnesia, hipnagogia, estado de ensoñación, trance visionario, automatisme ambulatoire, etc., que le iban llegando a su consulta, trabajando ya como psiquiatra en el prestigioso hospital de Burghölzli, durante la primera década del siglo XX. “Aun cuando existen casos perfectamente dignos de crédito, queda en pie la cuestión de si el fantasma o la voz se identifican con el muerto o son una proyección psíquica, y si la declaración procede realmente del muerto o quizás se origina en el saber existente en el inconsciente”, subraya Jung. Fue su etapa más escéptica, aunque como puntualizó William James, jamás perdió su voluntad de creer…
Si bien es cierto que estableció una conexión entre la mediumnidad y la histeria, estudiando la “disociación” de la personalidad de los médiums espiritistas, en ningún momento cuestionó la autenticidad de las facultades metapsíquicas, como la clarividencia o la precognición. En su tesis doctoral de medicina, escrita en 1902 bajo el título Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos, se hace eco de las experiencias mediúmnicas de su prima Hélène (empleó para referirse a ella el pseudónimo “S.W.”), afirmando que a pesar de su personalidad histérica -que provocaba sus desvanecimientos y automatismos-, manifestaba auténticas capacidades telepáticas y precognitivas durante esos estados de trance. En la conferencia que pronunció en 1919 ante los miembros de la S.P.R., titulada Los fundamentos psicológicos de la creencia en los espíritus, dejó claro su convencimiento de que las manifestaciones espiritistas se debían a “efectos exteriorizados de complejos del inconsciente”. El ya cada vez más célebre psiquiatra continuó ahondando en el estudio de los fenómenos paranormales, siguiendo una línea marcadamente científica, por eso no le pasó desapercibidas las investigaciones llevadas a cabo a partir de 1934 por el biólogo Joseph B. Rhine, en torno a la llamada “percepción extrasensorial” (ESP), desde su laboratorio de la Universidad de Duke. Sus rigurosos análisis estadísticos sobre la telepatía, la clarividencia, la precognición y la psicocinesis hicieron que la Parapsicología adquiriese respetabilidad científica y se multiplicasen las cátedras por todo el mundo. En 1937, Jung tendría la oportunidad de conocerle personalmente. “Por lo menos una parte de la psique no se encuentra sometida a las leyes del espacio y del tiempo -sugiere Jung-. La prueba científica acerca de ello la aportaron los conocidos experimentos de Rhine. Junto a incontables casos de presentimientos espontáneos, las percepciones fuera del espacio y otros casos de este tipo, de los cuales ya he contado algunos ejemplos de mi vida, demuestran que la psique en ocasiones funciona más allá de la ley de la causalidad espacio-tiempo. De ello se desprende que nuestras concepciones de espacio y tiempo, y con ello la causalidad, son imperfectas”.

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