jueves, 19 de mayo de 2016

EL LADO OSCURO DE NUESTRA PSIQUE: LA SOMBRA EN JUNG.



EL LADO OSCURO DE NUESTRA PSIQUE: LA SOMBRA EN JUNG.
Una de las ideas más interesantes de Carl Gustav Jung fue el concepto de “La Sombra” que denominó como uno de  los arquetipos principales de lo inconsciente según la Psicología Analítica que éste postulo; a todos los aspectos ocultos o inconscientes del individuo, tanto positivos como negativos, que éste conscientemente ha reprimido o nunca ha reconocido para sí.
Todos nacemos “completos” pero la cultura exige que el individuo manifieste sólo parte de su naturaleza y rechace otras características. La sombra comienza a desarrollarse en la infancia a través de la socialización en la cual nos vamos identificando con ideales de comportamiento, reprimiendo en nuestra psique lo no aceptado. Es una personificación de todos los rasgos que nos hemos negado a nosotros mismos, ya sea porque los hemos visto y no nos han gustado o porque nunca los hemos desarrollado. La sombra permanece al acecho y emerge con fuerza en cualquier momento de nuestras vidas.
Si se permite la integración de la sombra en la personalidad del individuo podría lograrse que la misma enriquezca y complemente a las demás facetas del sujeto.
Al integrarse a la cultura, el ser humano es civilizado; esto implica moderar y refrenar los impulsos animales. En este proceso de civilización, que guarda mucha relación con el desarrollo del arquetipo del personaje, el individuo se desliga de su sabiduría instintiva. Estos contenidos censurados, al deber su energía a profundas raíces evolutivas, no se doblegan fácilmente; se guarecen en el  inconsciente donde permanecen en estado latente.
 Lo que Jung denominó al término “La sombra” es la representación de nuestros impulsos más primitivos, los instintos animales, provenientes de los antecesores pre-humanos del hombre. Decía, que “la sombra representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego tanto individuales incluso conscientes como colectivos. Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas. Se establece así una interrelación entre inconsciente colectivo, arquetipo, yo consciente e inconsciente personal.
“La gente es capaz de hacer cualquier cosa por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz si no haciendo consciente su oscuridad”
               En un primer  punto se definiría como la totalidad del inconsciente, y  en  una segunda instancia, la Sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios. Si hasta el presente se era de la opinión de que la sombra humana es la fuente de todo mal, ahora se puede descubrir en una investigación más precisa que en el hombre inconsciente justamente la sombra no sólo consiste en tendencias moralmente desechables, sino que muestra también una serie de cualidades buenas, a saber, instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc. La sombra personifica al inconsciente personal pero también es una componente arquetípica ya que todos los seres humanos portan consigo una sombra, un "aspecto sombrío" que actua mediante la proyección de contenidos del inconsciente personal. Estas proyecciones conforman un comportamiento arquetípico que configura a la sombra como un fenómeno colectivo. Además la sombra, como arquetipo, se encuentra vinculada al mal; por ello, el aspecto colectivo de la sombra ha sido personificado en las figuras de los demonios, brujas y brujos, Satán, Mefistófeles, cábiros, faunos, etc.
La sombra impulsa al ser humano al “contagio colectivo", a la psicología de masas y a las actuaciones del hombre-masa
El ser humano proyecta, en un mal anónimo que existe en el mundo exterior, todas las manifestaciones que salen de su sombra, porque tiene miedo de encontrar en sí mismo la verdadera fuente de toda desgracia. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra que es la suma de todo lo que él no quiere, pero debe ocuparse en forma muy especial de estos aspectos, pues al rechazar en su interior un principio determinado, cada vez que lo encuentre en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de repudio. Sumado a esto, la sombra está expuesta a contagios colectivos, debido a que el individuo es seducido por el anonimato del grupo y se deja llevar por la masa desenfrenada, en esta masa anónima, la personalidad puede expresar lo reprimido o sus aspectos no reconocidos bajo el amparo y aprobación del grupo. En su mayor parte, la sombra se compone de deseos reprimidos e impulsos incivilizados que hemos excluido de nuestra auto imagen, es decir de cómo nos vemos a nosotros mismos. Estas motivaciones son percibidas como moralmente inferiores para el “ideal” de lo que creemos que somos, por lo que también depositamos en la sombra fantasías y resentimientos. De esta manera, la sombra abarca en general todas aquellas cosas de las cuales uno no se siente para nada orgulloso. Es algo así como la cochambre que barremos debajo de nuestra alfombra consciente. Estas características no reconocidas en uno, a menudo se perciben en los demás a través del mecanismo de proyección, el cual consiste en observar las propias tendencias inconscientes en otras personas. Debido a la dificultad de reconocer y aceptar nuestra propia sombra, este mecanismo de proyección es una de las formas más recurrentes y negativas de no trabajar los propios defectos y adjudicar éstos sólo a los demás.
Pero la sombra es algo consustancial al individuo, ya que la propia naturaleza del mundo implica que exista luz y exista oscuridad. La fuerza de la sombra no sólo actúa negativamente sino también positivamente.
Es en nosotros mismos, precisamente, donde con mayor frecuencia y con mayor realidad percibimos las cualidades de la sombra, siempre que estemos dispuestos a reconocer que nos pertenecen; así, por ejemplo, cuando nos sobreviene una explosión de rabia; cuando bruscamente comenzamos a maldecir o a conducirnos groseramente; cuando, del todo en contra de nuestra voluntad, actuamos de un modo antisocial; cuando nos comportamos ruinmente con mezquindad, o aparecemos coléricos, cobardes, frívolos o hipócritas: entonces desplegamos cualidades que en circunstancias ordinarias ocultamos o reprimimos cuidadosamente y cuya existencia nosotros mismos ignoramos". La sombra se comporta respecto a la consciencia como compensadora, su influencia, pues, puede ser tanto negativa como positivas La omisión y la supresión de la sombra, así como la identificación del Yo con ella, puede llevar a desdoblamientos peligrosos. Puesto que la sombra está próxima al mundo de los instintos es indispensable tenerla en cuenta constantemente.
Las personas tienden a proyectar los empujes de su sombra en otras del mismo sexo generando hostilidad y rechazo entre personas del mismo género. Cuando una persona manifiesta una exagerada aversión hacia otra persona del propio sexo, Jung sospecha que la persona ve en el otro a su propia sombra expulsada de sí.
La impugnación de la sombra empobrece la personalidad. La naturaleza animal del hombre no es necesariamente algo malo. En ciertas ocasiones, por ejemplo, cuando debemos decidir y actuar velozmente ante una situación de peligro, el ego suele quedar apabullado ante la conmoción repentina y dependemos de nuestras predisposiciones animales.
Se trata de “la sombra”, uno de los arquetipos Junguianos que más aceptación ha tenido en otras escuelas psicológicas.
Enfrentarse a la sombra contempla trabajar e integrar ambos lados: aquellas cualidades y actividades de las cuales uno no se enorgullece, y nuevas posibilidades que uno nunca supo que estaban ahí. Cuando aprendemos a reconocer nuestra sombra y a vivirla un poco más, nos volvemos más accesibles, naturales, y humanos, nos integra al grupo y dejamos de estar sobre él, para ser humanos entre humanos en una relación natural. El emprender este difícil camino de enfrentar, reconocer, integrar y trabajar con nuestra sombra es necesario para el conocimiento y realización total de uno mismo, proceso al que Jung denominó el proceso de individuación. La confrontación de la conciencia con su sombra es una necesidad terapéutica y, en realidad, el primer requisito para cualquier método psicológico completo.
Vale la pena pasar por este proceso de llegar a un acuerdo con “El Otro” que hay en nosotros, porque así logramos conocer aspectos de nuestra naturaleza que no aceptaríamos, que nadie nos mostrará, y que nosotros mismos jamás admitiríamos.

             * Reconocer y aceptar esa sombra hace parte de la autorrealización más   profunda del ser humano que es La individuación, ya que permite ampliar la consciencia, aprovechar su poderosa energía y avanzar en la recuperación de la anhelada totalidad.



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